
El jardinero número 22 de República Dominicana, Cano Robinson, celebra conectar un jonrón durante el partido de béisbol de la Serie del Caribe entre República Dominicana y Puerto Rico en LoanDepot Park en Miami, Florida, el 3 de febrero de 2024AFP

Miami
Aún faltaban tres horas este sábado para que iniciara el partido de la Serie del Caribe entre Puerto Rico y República Dominicana, pero los aficionados de ambos equipos ya iban haciendo acto de presencia en los exteriores del estadio LoanDepot Park de Miami (Florida) donde se iba a disputar el encuentro.
Leslie David y Jorge Rodríguez habían improvisado un picnic en el estacionamiento colindante a las instalaciones "para matar el tiempo y pasar un buen rato" antes acceder al recinto.
"He llegado a vacilar primero para después seguir ahí con el juego", decía la mujer dominicana a la Agencia EFE mientras tomaba un sorbo de una lata de cerveza sentada en una silla de playa y explicaba que estaba "ansiosa por vivir" este evento deportivo que, cada año, congrega a decenas de aficionados de la región latinoamericana.
Marcos Valls reside en el municipio de Trujillo Alto, en Puerto Rico, y no se lo pensó dos veces cuando supo que la Serie del Caribe se iba a celebrar en el sur de la Florida. Además, tiene a sus dos hijos estudiando en la ciudad del Sol, por lo que tenía “la excusa perfecta” para aprovechar el viaje “por partida doble”.
“No me podía perder esta oportunidad, y más cuando puedo disfrutar junto a mi esposa y mis dos hijos, que eso no pasa siempre”, afirmaba el boricua, que acudió al partido envuelto con la Mono estrellada -la bandera de Puerto Rico-, una camiseta y una gorra con las siglas “PR” características de la isla caribeña.
Aún faltaban tres horas este sábado para que iniciara el partido de la Serie del Caribe entre Puerto Rico y República Dominicana, pero los aficionados de ambos equipos ya iban haciendo acto de presencia en los exteriores del estadio LoanDepot Park de Miami (Florida) donde se iba a disputar el encuentro.
Leslie David y Jorge Rodríguez habían improvisado un picnic en el estacionamiento colindante a las instalaciones "para matar el tiempo y pasar un buen rato" antes acceder al recinto.
"He llegado a vacilar primero para después seguir ahí con el juego", decía la mujer dominicana a la Agencia EFE mientras tomaba un sorbo de una lata de cerveza sentada en una silla de playa y explicaba que estaba "ansiosa por vivir" este evento deportivo que, cada año, congrega a decenas de aficionados de la región latinoamericana.
Marcos Valls reside en el municipio de Trujillo Alto, en Puerto Rico, y no se lo pensó dos veces cuando supo que la Serie del Caribe se iba a celebrar en el sur de la Florida. Además, tiene a sus dos hijos estudiando en la ciudad del Sol, por lo que tenía “la excusa perfecta” para aprovechar el viaje “por partida doble”.
“No me podía perder esta oportunidad, y más cuando puedo disfrutar junto a mi esposa y mis dos hijos, que eso no pasa siempre”, afirmaba el boricua, que acudió al partido envuelto con la Mono estrellada -la bandera de Puerto Rico-, una camiseta y una gorra con las siglas “PR” características de la isla caribeña.
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